Una producción high-tech, futurista y poética de Franc Aleu. Así es como el Liceu de Barcelona cualifica la ópera Turandot con la que el lunes estrenó la temporada 2019-2020, que conmemora el vigésimo aniversario de su reapertura, después del incendio que lo consumió en 1994.
Igual que hace veinte años, la ópera inacabada de Puccini llega al clímax en su tercer acto, cuando el tenor Calaf interpreta “Nessum dorma”, la que probablemente sea el aria más famosa de todos los tiempos. Pero, a diferencia de 1999, en 2019 los cantantes no son los únicos que actúan sobre el escenario. Mientras suena la conocida canción, dos cobots UR10 de Universal Robots se asoman en lo alto de la pirámide que domina la escenografía y mueven dos proyectores de vídeo.
En 1999 ni tan siquiera existían los cobots y hoy ya suben a los escenarios. Tal es la revolución que están desencadenando estos brazos robóticos gracias a su ligereza, versatilidad, seguridad y facilidad de programación. “Las cantantes están muy seguras trabajando con los cobots”, asegura el escenógrafo Franc Aleu.
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La nueva producción de Franc Aleu utiliza la tecnología más vanguardista (cobots, vestuario de luces, escenografía en movimiento) para llenar el espectáculo de metáforas visuales: una gran pirámide preside el espacio escénico emulando el trono del emperador y el hogar de Turandot. Constituye una impresionante estructura giratoria con seis bloques de escaleras y coronada por dos brazos robóticos que “interpretan” a los guardianes del emperador y contribuyen a crear una alegoría del poder y de la sociedad contemporánea en sus obsesiones más morbosas.
Los robots colaborativos UR10 que “actúan” en el Liceu tan pronto manipulan los proyectores o controlan la luz como mueven las banderas del imperio. “Esta producción es el futuro”, se pronuncia Gregory Kunde, uno de los dos tenores del elenco.