Cuantos más robots entran en nuestras vidas diarias, más cómodos nos sentimos a su alrededor. Cuando la versión automatizada de un producto ya no tiene el prefijo “robot”, sabemos que se ha convertido en la norma: ya no es una aspiradora robótica, es solo una aspiradora.
Desarrollé robots antes de empezar la escuela. A mis 41 años, la interacción entre mecánica, electrónica, software y robots sigue ocupando la mayor parte de mis horas despierto. No fui el único que empezó temprano. En el año 300 a.C., los romanos construyeron la primera lavadora del mundo. La palabra "robot" deriva del checo "robota", que significa "servidumbre" o "Robotnik", que significa "esclavo". La palabra fue usada por primera vez en 1921 por el escritor Karel Čapek en su obra "Rossum's Universal Robots".
Cuando, junto con dos colegas investigadores, fundamos en 2005 una empresa danesa de robótica, nos pareció obvio llamarla “Universal Robots”. Nuestro objetivo era desarrollar un tipo completamente nuevo de brazos robóticos flexibles y universales, dirigidos a las pequeñas y medianas empresas (PYMEs).
En junio de 2015, la empresa fue comprada por $285 millones de dólares. En principio, podría sentarme y no hacer nada por el resto de mi vida. Pero mi curiosidad, mi deseo de crear y mi capacidad para generar constantemente nuevas ideas aseguran que ese escenario nunca ocurra. Mi impulso por realizar estas nuevas ideas es más fuerte que una vida de ocio.
Creo que esto está en nuestro ADN. Es posible que hayamos desarrollado el uso de equipos, herramientas y máquinas más o menos automatizadas para poder descansar mientras estas máquinas hacen el trabajo. Pero el encanto del sofá es temporal y rápidamente es reemplazado por otro poder humano bastante fundamental: la ambición.
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Otros dos factores nos impulsan: El primero es el impulso primigenio del hombre por comprenderse a sí mismo, lo que impulsa el desarrollo de los robots. Nos esforzamos por crear robots que puedan hacer lo que los humanos dominan, pero que es agotador, repetitivo y mecánico. Cuando nos reproducimos como tecnología, es por la misma razón que construimos muñecos, ositos de peluche y otros tipos de juguetes y tecnología. Básicamente, lo hacemos para descubrir qué es lo que nos define como seres humanos, en contraste con las máquinas y los objetos inanimados.
El segundo factor que influye en el desarrollo de los robots es nuestro impulso. A diferencia de muchas otras especies, la humanidad aprendió a construir y usar herramientas, no para escapar del trabajo tedioso y hacer menos, sino para liberar recursos que nos permitan hacer más.
Entonces, ¿en qué tareas específicas destacan los robots? ¿Y dónde tiene más sentido que los humanos intervengan? Eso es en lo que me enfocaré en la segunda parte de este blog la próxima semana. Mantente al tanto.
Texto escrito por Esben H. Østergaard - Fundador de Universal Robots.